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Ser feliz es lo natural

Todos nos preguntamos ¿qué pasa en este mundo, por qué tanta desdicha, violencia y enfermedad?; muchas respuestas surgen, cada una de acuerdo a las vivencias de quienes responden.

La infelicidad es el pan nuestro de cada día, infelicidad que afecta nuestra vida personal, laboral y nuestra salud. Con frecuencia miramos hacia afuera para encontrar los motivos de nuestra insatisfacción y logramos identificarlos, sin embargo otras personas tienen las cosas que creemos que nos hacen falta para ser felices e igualmente no se sienten plenos. Quizás sea porque el único causante de nuestra infelicidad no es algo de afuera, es algo de adentro; está en lo profundo de nuestro ser.

Y es que nos han enseñado a vivir en torno o lo externo, son pocos los seres humanos que tienen un minuto durante el día para encontrarse con ellos mismos. Todo se vive a las carreras, aún en los días de fiestas buscamos qué hacer; para la mente humana es imposible quedarse quieta, siempre está moviéndose del pasado hacia el futuro. Mucha gente piensa que es imposible detener su mente, creen que dejarían de existir, pero los hombres orientales nos han enseñado que esto es posible y que ello nos libraría de mucha infelicidad.

Un niño es muy feliz, vive cada momento a plenitud, disfruta del juego, del aire y de la lluvia; con el pasar de los días los adultos comienzan a limitarlo, te puedes resfriar, te vas a caer, ¿qué será de ti en el futuro? y a este niño inocente que disfruta a plenitud su vida cada vez le queda menos tiempo para ser feliz. Todos somos víctimas de adultos temerosos, quienes nos enseñaron a llenar la mente de ideas y a dejar de disfrutar el momento presente. Un adulto siempre estará pensando en lo que hizo o en lo que hará, casi nunca se siente satisfecho con lo que es ahora, en este mismo instante, siempre hay un sueño por cumplir o una añoranza por lo que fue su vida anterior.

Y así seguimos creciendo cada vez más temerosos, el mundo nos parece hostil, es necesario competir para sobrevivir, siempre existirá la duda ¿estaré preparado para las cosas que puede traerme la vida?.

El hombre de hoy no se siente valioso, por esta razón dedica toda su vida a proveerse de cosas tanto materiales como afectivas, considera que es la única forma de permanecer seguro sobre la Tierra. Sin embargo, continúa muy ansioso porque se imagina: ¿qué tal se caiga mi casa? ¿qué tal mi esposo se vaya con otra? y ¿si me muero antes que mis hijos hayan crecido?; siempre a pesar de acumular muchas posesiones, el miedo a perder continúa, quienes en la Tierra tienen más dinero son los más temerosos y por ende infelices. Y el asunto es lógico, somos seres esenciales, nada de lo de afuera puede llenarnos, nada de lo de afuera puede hacernos sentir plenos, necesariamente lo único que puede hacernos felices es el encuentro con el YO INTERNO.

Poco sabemos de encontrarnos con nuestro yo, nos han enseñado a encontrarnos con otras personas, con nuestros padres, con los amigos, pero de tener un encuentro con nosotros mismos, poco sabemos.

Encontrarnos con lo profundo de nuestro ser es la única posibilidad de encontrar la felicidad, siempre se nos ha dicho que Dios está dentro de nosotros, así que al encontrarme de paso, me encuentro a Dios, quien me permite ver que en este mismo instante soy feliz. El asunto es que esto casi nunca ocurre, pues nos han enseñado que Dios o la inteligencia suprema está muy lejos y que es preciso sufrir para salvarnos. Una vez descubrimos que la felicidad es parte de nuestra naturaleza y que Dios nos creó felices, nuestra percepción sobre la plenitud es más tangible.

Recuperar la confianza en la vida es la solución al caos y a la angustia que a diario vive la humanidad; nuestra sociedad funciona de forma neurótica, nunca se relaja, es adicta al trabajo, muy pocas personas contemplan el amanecer o dedican unos minutos al día para sentir el ritmo de su corazón, siempre están pensando en lo que falta por hacer o recordando lo que hicieron anteriormente. La mente está llena de pensamientos, siempre en el pasado o en futuro, nunca está conforme disfrutando el momento presente, siempre está soñando en cómo ser o hacerlo mejor, el asunto está en que ya ERES lo mejor y tienes el potencial de hacer lo mejor. En este momento somos perfectos y lo que sucede en nuestra vida no son más que situaciones que vienen a enseñarnos cómo encontrarnos con lo profundo de nuestro ser. Un ejemplo frecuente es el de muchos hombres de prestigio, quienes luego de haber llegado a la cima del poder, se descubren vacíos e inician el camino hacia lo profundo de su ser.

Ser feliz no es difícil, es más difícil ser infeliz, pero nuestra mente está acostumbrada a ver el dolor; solo contamos las espinas, nunca las flores. La gente tiene muchos momentos de gran felicidad pero estos momentos pasan de largo, le presta más atención a los momentos de infelicidad, sus recuerdos están repletos de dolor y sus sueños son una pesadilla. Una vez la mente se calma el hombre se vuelve más meditativo, aprende a disfrutar de la mañana, de sus alimentos, del agua cuando cae sobre su cuerpo, de la respiración. Siendo consciente de cada instante y de lo maravilloso del momento su cuerpo recupera la salud, su trabajo será más productivo, las relaciones con los demás mejorarán y por fin podrá saborear a Dios.

La naturaleza del hombre es ser feliz, la felicidad no es algo que se adquiere ya se encuentra ahí, hemos nacido en ella, no la hemos perdido simplemente nos hemos alejado, le hemos vuelto la espalda. Solo consiste en dar un pequeño giro y darlo es muy fácil, se requiere que estemos dispuestos a recuperar la inocencia de la niñez y a borrar todos los prejuicios que nos ha impuesto la sociedad, es necesario hacer las cosas con entrega, comiendo: comer, barriendo: barrer, bailando: entregarse por completo al movimiento; poco a poco surgirá la espontaneidad y cada vez viviremos más en el presente, entonces nuestra vida estará cada día más llena de gozo.

 

Dra. Zamira López.

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